martes, 27 de noviembre de 2012

Los sueños perdidos




Antonella, como cualquier día, luego de tomar su siesta habitual, se puso a jugar con sus nuevos juguetes que su papá le trajo directamente desde España, mientras andaba en uno de sus tantos viajes de negocios. Mientras jugaba se dio cuenta que le sonaba el estómago y le dolía, antes ya le había dolido así y su mamá le decía “Con estas galletitas se te pasará el hambre y dejará de dolerte la guatita”, entonces llegó a la conclusión de que era lo mismo. Empezó a buscar primero en el refrigerador y no encontró nada, como tenía mucha hambre fue luego al estante donde su mamá guardaba las galletas que les mandaba la abuelita, pero, para su sorpresa, no encontró nada tampoco. Ese sonido resonaba cada vez más con mayor intensidad a medida que pasaba el tiempo. Desesperada por comer algo fue a la despensa y no encontró nada.
            ¡Mamá! — gritó fuertemente la niña.
            ¿Qué pasa hija? — dice asustada la madre que baja rápidamente desde el segundo piso.
            No hay nada para comer mamá — le responde apenada la hija.
            Entonces tendremos que ir al supermercado— le da como solución la mamá.
            Creo que es la única opción— dijo Antonella con rostro de desprecio.
            Llegaron al supermercado y Antonella esperó afuera a su madre. Pasaron 10 minutos y Antonella aburrida empezó a buscar algo para entretenerse. Miró hacia todos lados y alcanzó a divisar una máquina en donde se podían ganar juguetes, corrió hacia ella y la quedó mirando solamente, ya que en ese momento no   tenía dinero. Escuchó una voz que le decía:
            — ¡Hey, niña!
            Antonella extrañada por no saber el origen de la voz que acababa de escuchar, empieza a buscar quién le había hablado. Buscó y buscó y encontró a un niño sentado al lado de la máquina, el niño la miró con cara de sorprendido al ver a la niña y le dijo:
            —
¡Hola!, ¿Cómo te llamas? – extendiéndole la mano.
            — ¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes? ¿Por qué quieres saber mi nombre?- dijo la niña enojada.
            Em… pregunto por curiosidad – le confirmó el niño
            — Bueno, me llamo Antonella y
¿Tú cómo te llamas?-  preguntó la niña.
            — Yo me llamo Gabriel y este es mi perro — acariciando el perro — y ¿Tú por qué estás aquí?

            — Mi mamá vino al supermercado y la estoy esperando, ¿Y tus padres donde          están?
            — No tengo padres, soy huérfano — dijo el niño afligido.
            — Pero…
¿Sabes dónde están? — dijo la niña muy curiosa.
            — No, no los conozco — dijo el niño muy serio, pero a la vez triste.
            —
¿Te interesa conocerlos? — dijo Antonella tratando de subirle e ánimo a Gabriel
            — Creo que eso es imposible — Le respondió el niño.
            — Pero…
¡No!, intentémoslo, ¡Yo te ayudo! — dijo muy entusiasmada Antonella.
            Antonella miró en dirección a la puerta del supermercado y se dio cuenta que venía su madre con las bolsas.
            —
¿Esa es tu madre? — preguntó el niño.
            — Sí, y ahora me tengo que ir…
¿Tú siempre estás aquí? — le pregunta la niña.
            — La mayoría de las veces estoy aquí, otras veces allá en la otra esquina, pero siempre aquí en el supermercado — le respondió el niño.
            —
¡Bueno! Nos vemos mañana entonces, te vendré a ver pero me tienes que                      esperar — dijo la niña gritando y a la vez corriendo hacia donde la mamá                 porque ya se estaba subiendo al auto.
            —
¡Ya! Nos vemos mañana entonces —  le gritó el niño, haciéndole señas con las          manos.
            Al otro día, al salir del colegio, Antonella se dirigió hacia el supermercado al encuentro con su amigo. Gabriel estaba sentado en el mismo sitio del día anterior. Pero Antonella sólo lo saludó ya que no había avisado a su mamá que iba a llegar tarde a casa. Se quedaron de encontrar mañana.
            Antonella llegó a casa y le contó a su madre sobre su nuevo amigo y su mamá se ofreció a apoyar la noble causa que intentaba hacer Antonella. La mamá le dijo que lo invitara a tomar once para conocerlo mejor y Antonella fue inmediatamente a buscar a Gabriel al supermercado. Gabriel aceptó encantado, ya que no había comido nada en todo el día.
            Al llegar a casa, Antonella le presentó a su madre a su nuevo amigo, Gabriel, y éste muy avergonzado, pero a la vez feliz, la saludó. La mamá de Antonella puso las galletas encima de la mesa y les sirvió un rico chocolate caliente. Gabriel le quiso echar más azúcar a su chocolate, y estiró la mano para alcanzar la azúcar, pero se vio su mancha roja en el brazo y mejor se la pidió a la mamá de Antonella.
   Gabriel, ¿Qué te pasó ahí en el brazo? —  preguntó la mamá de Antonella.
   Desde que nací que tengo esa mancha — dijo Gabriel tocándose el brazo.
   Y ¿Dónde naciste? — preguntó muy intrigada la mamá de Antonella.
   En el hospital que está 10 cuadras más allá del supermercado — respondió Gabriel.
   Ah, ¿y qué día? — preguntó la señora.
   El 15 de noviembre — le respondió Gabriel.
   ¿Y con quién has estado todo este tiempo Gabriel?
   Con unas señoras que nos obligaban a robarle a la gente y si no les llevábamos dinero nos pegaban con unos palos en todo el cuerpo — dijo Gabriel.
   ¿Y cómo llegaste ahí? — pregunta la mamá.
   Es que esas señoras roban niños, entonces a mí me robaron desde el hospital- dijo Gabriel.
   ¿Y te escapaste? — preguntó la madre de Antonella.
   Sí, con la ayuda de unos amigos ­­— dio como respuesta a la pregunta que le hizo la mamá de Antonella — Es tarde, así que mejor me voy, gracias por todo — dijo despidiéndose.
   Adiós Gabriel, nos vemos pronto — dijo la mamá con los ojos llorosos
   Chao Gabriel, nos vemos mañana — Antonella dijo despidiéndose.
Ya era de noche y Antonella se fue a dormir, pero no podía dormir, así que se fue a dormir con la mamá. Llegó a la habitación de su madre y se dio cuenta que estaba llorando.
   ¿Por qué lloras mamá? — preguntó muy extrañada Antonella.
   No nada hija — respondió secándose las lágrimas.
   Dime mamá — le dijo Antonella poniéndose triste igualmente.
   Es que hija, ¿te acuerdas de lo que te conté hace un tiempo atrás? ¿Que me dijeron que mi primer hijo había muerto luego de mostrármelo?
   Sí mamá sí me acuerdo — confirmó Antonella.
   Cuando me lo mostraron le vi su bracito y tenía una mancha roja, al igual que Gabriel, y nació también un día 15 de noviembre en el mismo hospital que me dijo esta tarde — dijo la madre, cayéndole unas lágrimas.
   Mamá, o sea que… — dijo poniéndose feliz Antonella.
   Sí hija, justo lo que estás pensando — dijo abrazándola la madre.
   Mamá vamos a decirle de inmediato — dijo Antonella levantándose de la cama.
   No hija como se te ocurre, esperemos hasta mañana, ahora hay que dormir — le dijo la mamá.
   Bueno mamá, pero sin falta mañana.
   Si hija —  afirmó la madre con casi los ojos cerrados.
Al despertar, Antonella se levantó más feliz que nunca, tomó desayuno, y se fue para el colegio. Cuando llegó a casa, fue corriendo hacia donde la mamá y le insistió a que fueran rápido. La mamá se arregló y fueron al supermercado.
Gabriel estaba en el mismo lugar de siempre con su fiel amigo.
—Gabriel, mi mamá tiene que decirte algo — gritó Antonella corriendo hacia Gabriel.
—Que pasa Antonella — Dice muy extrañado Gabriel.
Y la mamá le contó la historia que le había contado en la noche a Antonella  y Gabriel quedó muy extrañado y se abrazaron todos juntos.
— Gabriel, pero antes que todo, tienes que decirme donde queda la casa de esa señora que te robó de hospital para que pague todo lo que hizo— dijo abrazándolo.
   Si, por supuesto “mamá” — dijo tímidamente Gabriel.
De inmediato Gabriel llevó a Antonella y a su mamá a la casa donde estaba anteriormente de escaparse. Llegaron a la casa y a la señora la llevaron a la cárcel a pagar todo lo que les había hecho a esos 8 niños. 
   Gabriel, de ahora en adelante recuperaremos todos los sueños perdidos— le dice la mamá a Gabriel, abrazando a sus dos hijos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario